sábado, 25 de agosto de 2012

time, the revelator.

Y asi un día,
out of the blue,  volviste.

Llegaste a buscarme a mi trabajo, enfundada en una diminuta falda verde esmeralda, una camisa negra y el collar a juego con el verde, un conjunto pues, que se te veía muy bien. El estilo siempre ha sido uno de tus fuertes, no matter all trouble you have been through, el estilo, baby, nunca lo has perdido. Llegaste montada en una bicicleta amarilla,  cuidando tu débil tobillo dentro del cobijo de una bota australiana y resguardando  tus ojos hundidos (esos ojazos japoneses que tu hijo te heredó), tus pómulos y toda tu cara detrás de los enormes lentes obscuros, ese  lugar vacío donde te hallaste a salvo de mi mirada incisiva que te buscaba sin descanso hasta que un buen día se hartó de no encontrarte.

Entonces, llegaste a buscarme a mi trabajo, a esta mi droga donde ahogué los demonios que se me desataron y me echaron fuera del huacal aquel verano en que juntas decidimos volver a este pueblo a enfrentar el miedo más profundo que habíamos sentido jamás: la despedida (la despedida si, porque del duelo no entendíamos ni su existencia misma en ese momento). Juntas decidimos, y solas encontramos el modo de persuadirnos de sentir... sin hacer consciencia de que lo nuestro lo nuestro lo nuestro, es justamente sentir. 

Llegaste pues, nos encontramos como antes ya había ocurrido, esta vez sin embargo fue diferente, principalmente por los lentes oscuros. Recuerdo haberte encontrado en el vestíbulo del consultorio del doctor Pavía, me diste las cámaras de Sisi mientras yo esperaba que me atendieran luego del accidente. Tuve que volcarme tres metros abajo y caer con estrépito para entender que no podía dejar atras lo que duele, que hay que sentir todo lo que resta por sentir antes de dejar atrás, sin miedo, lo que duele. Tuve que caer con estrépito, pero esa noche de otoño en el vestíbulo del consultorio no lo entendía todavía y mi cuerpo aun no me dejaba sentir ni siquiera el dolor de las contracturas. Como ves yo tampoco bajaba la guardia, mucho menos frente a ti. Yo, que carezco de ese fino estilo que a ti te caracteriza, linda, no tenía conmigo ese par de inmensos lentos oscuros, los mismos que tu te quitaste al encontrarme cuando llegaste a mi trabajo, dejándome ver el alto costo que tu piel ha pagado y tus ojos de almendra que por mucho tiempo esquivaron mi mirada.

Llegaste, y tu timing no fue casual. Hoy que estoy lista para reconocer la caducidad de esta mi manera de lidiar con lo que he sentido (lo que duele, lo que me persigue, lo que me aterra...) a través de la comida, hoy, que entiendo que mi oficio no se acaba aqui en este recurso terapéutico de dejar-de-sentir-para-hacer-sentir a los que prueban lo que hago... que hay mucha más cocina que la que se asoma desde ese plato de peltre que sostiene el rojo del tomate de verano, desde esa torta de corazón de pollo que expuse en mi lección de fenomenología. Nada tiene de casual tu timing, te he pensado, te he intuído, me haz intuído tu también y por eso nos encontramos asi en la banqueta. Quién de las dos habría imaginado que el tiempo nos revelaría asi este verano?

Tu visita me ha dejado un bittersweetness emocional. Me da gusto saberte, tener la certeza de saberte de pie, de que estás, bien o mal, estás aquí entre nosotros, aunque no entienda por que duermes donde duermes, por que comes como comes... escucharnos decir bobadas y verdades y hacernos juntas conscientes con firmeza de que vivimos la consecuencia de las decisiones que hemos tomado, de que la intuición que desarrollamos, ese juego de niñas que nos mantenía comunicadas y sensibles, despite la ola de mierda que nos pudo haber revolcado, sigue ahi con nosotras como el tinkerbell de Peter Pan.

Desapareciste, as usual.
Enviaste una nota que prometía que volvías esta tarde. No cumpliste la promesa, as usual.
Pero it doesnt hurt any more. Escucharte desde la sensatez desde la que me hablaste trepada en la bicicleta amarilla, colgándote en tu cabello maltrado esa flor blanca de miel mientras reíamos como taradas en la banqueta al recordar que dejamos ir ese departamento precioso de la calle diez, ese lugar que reunía todo lo que buscábamos en una casa, en nuestro proyecto que conserva aun su frescura y que tanto me hace latir el corazón cuando lo pienso, cuando invariablemente te pienso y me dueles... qué habría sido de la historia si lo hubiéramos rentado? jajajaja... A pesar de los rumbos que hemos tomado ninguna de las dos se arrepiente de las decisiones que nos han llevado aqui donde estamos, de todo lo que hemos tenido que vivir para aprender, y para poder reirnos bajo el árbol de las flores blancas.

Te echo de menos en mi cotidiano si, echo de menos tu lámpara negra y tu mesita de centro. El taburete que compraste en las segundas del aeropuerto... tus uvas de acrílico. Extraño terriblemente el olor a casa de mamá que tu departamento de Río nazas emanaba, y sabes? a veces (como hoy...) le preparo a mi equipo pescadito con arroz y ensalada de pepino como comida del personal. Celebro enorme que hayas conservado tu colección de teteras y también celebro que hayas llegado a buscarme, aunque ya no vuelvas nunca, celebro que hayas venido y te hayas quitado esos lentes.
Ya había dejado de esperarte, y fue muy grato recibirte.

martes, 21 de junio de 2011

the thrill is gone de bb king


traté inconscientemente de escapar del recuerdo pero bb king me persiguió por todos los rincones, como si fuera mi sombra.
cuando finalmente me di por vencida, cuando por fin me dije que ya era en vano huir, me senté y me encendí un cigarrillo. te pensé y me parecía escucharte en ese pasillo de los lockers donde me agarró tu llamada, la última que entablaríamos.

ahora entiendo que en ese momento comprendías tu propia muerte y la sentías ya contigo. yo, muy lejos de entender, me encargué de decir palabras vanas que alentaran las esperanzas vacías de que tu salud mejorara.

supongo que uno no entiende hasta que está preparado para tal empresa.
me alegra saber que tu lo tenías claro y que podías sonreir.
lo fuerte de la muerte no es sólo la ausencia, es también el hecho de que los que se van nos enseñan en su partida, como mejor morir. como asumir a la muerte como parte de nosotros.

los veintes caen, lento pero van cayendo.
siempre te echaré de menos papá.

domingo, 21 de noviembre de 2010

señor conductor de la ambulancia: estoy bien.

estoy bien.
un poco atolondrada, el cuerpo golpeado y mallugado, pero bien.
sin nada roto, sólo adolorido.

me volqué en una calle de subida por un cerro.
caí unos tres metros.
golpée en mi caida tres autos.
hice mierda la camioneta.
no lastimé a nadie.

estuve consciente todo el tiempo, logré salirme por el hueco donde un día estuvo el parabrisas posterior que se hizo añicos.
estoy bien, con una deuda interesante, el cuerpo contraído y una resaca emocional gruesa.

digamos que parto de que estoy no sólo ilesa, sino viva.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Naoko en la orilla

Watanabe en el avión escucha a los Beatles cantar Norweigian wood.
Naoko resuena en el recuerdo.

Asi resuena esta canción en en saturadísimo azul de este cielo de otoño.


sábado, 2 de octubre de 2010

llegó el otoño con su neblina de nostalgia

Otoño llegaste ya.
Te trajo la neblina, esa que se extiende desde el mar océano como tren, feroz mole que todo lo oculta bajo su manto. bueno... casi todo. te trajo la neblina, y tu te trajiste contigo la nostalgia de octubre que brilla con el amarillo technicolor que el sol deja escapar al caer por la tarde.

Nostalgia de otoño.
Nostalgia, del griego nostos, recuerdo y algia, dolor. El dolor del recuerdo, el recuerdo de todo eso que irremediablemente se fue, lo que ya no puede ser, de los que no estan ya.

Me encontraba nadando en la humedad de la neblina que brisea en el jardín de La Contra en estos días cuando le enseñé a Maribel, la nueva cocinera del equipo, como elaborar la tartarita de jurel que esta semana estuvo de visita en el menú del restaurante. Le platiqué, en mi muy particular manera (laaaaarga y con muchos detalles, tantos que a ratos parecía que en realidad le platicaba otra cosa) que esta recetita surgió de dos formas diferentes de preparar el pescado crudo: una que aprendí en Manzanilla y la otra: la que preparaba Pedro Masayuki Tsuchiya todos los primeros días del año en su casa, donde celebraba a la usanza japonesa una comilona familiar. Mientras le platicaba a Maribel se encendió un recuerdo, una emoción propia del otoño, un golpe de nostalgia.

Benito en Manzanilla prepara sus tartaritas generalmente de atún. A veces de jurel. La aliña con aceite de olivo, soya kikkoman, unas gotas de vinagre de frambuesa y su mágico polvo de chiles. Además agrega jengibre, chile serrano, pepino, aguacate y pera o manzana. Queda buenísima. Aprendí a hacerla en la cocina de la calle Riverol, cuando Alice era mesera del Manzanilla y juntas formábamos el dúo-fan de la serie Twin Peaks.

Alice no solía enfiestarse en año nuevo, y no lo hacía por una particular razón ya que desde el 31 de diciembre se disponía a preparar junto con Pedro, su padre, la mise en place de la comida que servían para cerca de 80 o cien de sus parientes y amigos cercanos que se congregaban en la casa de Pedro el día primero para celebrar el año nuevo, festividad que en Japón tiene la misma importancia que para nosotros la navidad. La familia Tsuchiya preparaba afanosamente miles de rollos de sushi de variados rellenos, inari sushi, sashimi de pescado local fresquísimo, teriyaki de pollo, tempura de verduras con camarón, y mi particular favorito: la botanita de atún que consistía en una tártara muy sencilla y muy llena de sabor que Pedro Masayuki o Masa como le llamaban sus sobrinos y hermanos, preparaba con cubos de atún fresco, cebolleta tierna en rebanadas finas y un aliño de soya kikkoman, limón y wasabi.

Le explicaba a Maribel que nuestra tártara surge de éstas dos maneras de preparar el pescado crudo. Como todos los platos que los cocineros elaboramos, ésta tártara habla de mí, de mis recuerdos, de las cosas que vivo, de las cosas que me dejan marcas indelebles y que a su vez dejan huella en todo lo que toco. No puedo negar la escuela que Benito me dejó en mi paso por sus cocinas. Ni tampoco puedo negar nunca la vena nostálgica que me rige. Nuestra tártara generalmente la elaboramos con jurel, a veces con atún aleta azul... a veces con vieja y hasta con callo de árbol la hemos hecho. Pero la buena buenaza, la que a mi me prende, es la de jurel, ese pescado sencillo pero complejo (o sea cómo!?) que se consigue fresquísimo en el pueblo. Al jurel picado en cubos le agregamos pepino tierno, aguacate, cebolleta en rebanadas y jengibre picadito. El aliño que lo acompaña consiste en una vinagreta de wasabi con limón, soya y aceite de olivo. Para adornarle con sabor decoramos el plato con un aceitito verde de cebollín.

Hace un año ya que Pedro dejó de estar aquí con nosotros. Ya no sé si haya alguien en su familia que continúe la tradición de reunir a todos los hermanos, sobrinos, nietos, parentela y amigos los días primero del año, ojalá que si haya quien. De cualquier modo, y desde este humilde sitio le recordamos y agradecemos el compartir su botanita con nosotros.

Yo, a través de La Contra, les comparto a ustedes, esta Tartarita de jurel en su honor.

80 grs de lomo de jurel en cubos pequeños
1 pza de cebolleta tierna o cebollita de cambray en rebanadas delgadas
1/2 pepinillo tierno en cubos pequeños
1/4 de agucate en cubos pequeños
2 rebanadas delgadas de jengibre picadas fino
1/3 limón verde
1 cdta de soya kikoman
1 cda de aceite de olivo local
wasabi preparado al gusto (es que a mi me encanta y le echo recio, pero ahi cada quién)

El jurel, la cebolleta, el pepinillo, el aguacate y el jengibre se mezclan delicadamente en un bowl. Aparte se unen los ingredientes de la vinagreta: el jugo de limón, wasabi, soya y aceite de olivo. Ya incorporada la vinagreta se sazona la tártara con sal, pimienta y la vinagreta.

El plato se decora con un hilo de aceite verde de cebollín (cebollín licuado con aceite de oliva un poquito de sal). Se pone al centro un cerrito de tártara y se acompaña con pan pita tostado.











sábado, 31 de julio de 2010

Agosto en puerta a dos años de mi partida. Su vida después de Ismene.

Holas!!!
Ha estado un mes y medio de putiza y ahora que lo mio baja, tu mes mas fuerte viene con todo. Hoy me sonreì al saber que puedo escribirte y buscarte, ya que al final, somos amigos, y ha sido increìble quererte. Ahora si, creo, ya no tenemos ni idea de en que andamos ni como va la cosa.

Pasan los dìas en la ciudad, y siento como hay que emigrar de aquì. Cada esquina guarda tantas memorias, que me es difìcil no vivir en este mundo como de fantasmas. Espero tu muñeca se encuentre en mejor estado y que todo salga bien. Hay dìas en que no me acuerdo ni de mi.Hoy te he echado mucho de menos, son ya dos años que te fuiste de la ciudad, y con el tiempo,sòlo me desvanezco al entender cuan diferentes son nuestros caminos. Duele poquito, pero del mismo modo, me calienta el pechito, saber que me piensas y en el entender que me has amado asì de loca que eres.

Me gustarìa escucharte, màs no tengo tu cel. En fin, te deseo una gran vendimia, que salga todo chèvere y que quièn sea que te caliente las patitas te quiera bonito. Con mucho amor y cariño, a dos años de tu partida, mi vida despuès de Ismene.
Rodrigo.

martes, 8 de junio de 2010

lunes, 17 de mayo de 2010

omelette


to make an omelette you have to break some eggs.

viernes, 14 de mayo de 2010

martes, 4 de mayo de 2010

al aroma indescifrable del durián

Ya había leído sobre el durián.
En las páginas de un libro ilustrado sobre la cocina del sureste asiático me tropecé con la imagen de una fruta enorme parecida en aspecto a la guanábana: corteza verde y muy texturizada, con forma de corazón. De entrada el libro me intriga cuando vierte la información sobre esta fruta tan rara que parece coccoon de marciano pendiendo de un grueso pedúnculo desde el tronco de un árbol: que su aroma es tan penetrante que está prohíbido entrar con un durián partido en dos dentro de los lobbies y elevadores de los hoteles, bancos y comercios formales de las ciudades de Malaysia, Thailandia y otros estados del rumbo; que los gustos locales adoran a la fruta mientras que los paladares occidentales se impactan ante sus características... enunciados suficientes para meterle la curiosidad a uno en el cerebro, lo suficientemente profundo como para intententar a toda costa probarlo dada la oportunidad de tenerlo frente.

Ayer, durante un paseo dedicado al ingrediente por San Diego que emprendimos Jorge García y la que suscribe, tuvimos a bien toparnos un cajón de durián en la sección de frutas y verduras de Ranch99, el super mercado oriental de Kearny (que le mata la cura durísimo al Super Kise de División del Norte y a Mikasa de la Colonia Roma juntos, dos sedes orgullosas de los ingredientes orientales en la hermana república del DF). No teníamos la menor idea de cómo escoger el mejor ejemplar, asi que nos guiamos por el olfato.

Digo... yo, en lo personal, asi es como escojo la fruta, podrá verse y sentirse al tacto de uno u otro modo, pero al olfato debe manifestarse suculenta: un duraznito amarillo puede estar bien duro, su piel velludita puede tener atrapada la cantidad necesaria de polvo para desatarle a mi hermana un ataque de estornudos, pero si tiene ese olor angelical que sólo los duraznitos amarillos maduros tienen, pues no hay duda de que hemos seleccionado una buena fruta, solo resta lavarla o quitarle el polvo y comerla.

Un cartelito en el transporte público de Singapur


Nos guiamos por el olfato, pues.
Por fuera el durián tenía un aroma a frutas tropicales: piña, plátano... guayaba. Un olor agradable y un tanto enigmático, como de flor exótica que promete de día con su aroma dulce y de noche ataca con una nota indescifrable. Elegimos el durián que mejor podíamos manejar (uno de tamaño mediano, cáscara firme y olor agradable) lo llevamos con nosotros en la camioneta al siguiente destino... Media hora después de estar cautivo en el auto, el durián invadió el espacio cerrado con un olor penetrante y pues... no tan agradable como el tropicalisimo que nos sedujo dentro del mercado de productos orientales. Un olor parecido a las flores nocturnas que atraen a las moscas para comérselas con una fetidez disfrazada de perfume. Un olor raro que me desató la risa nerviosa.
En casa, dubitativos, lo partimos en dos.
Y entonces me asombré de no encontrar en mi memoria un olor con quien asociar a eso que emanaba del durián. La sensación era doblemente asombrosa ya que no sólo no conocía el aroma sino que tampoco sabía decidir si éste me parecía repugnante o agradable. Definitivamente nuevo, era un aroma que sintetizaba muchos otros, que si conozco, bajo una misma bandera... algo parecido hace el erizo con todos los marisco que he probado:

Probar un gajo de erizo de mar parece probar un trago de agua de mar, que incluye toda la sal y el yodo que en una ola pueden caber, mejillones y ostiones, algo de caracol, almejas.... el juguito de la pata de mula, la pasta naranja de la carcasa de un cangrejo... el regusto salado que queda en la lengua tras lamer un canto rodado (qué? no lo han hecho?... ) ese paseo por la orilla de la playa que el erizo nos invita a dar tiene un simil en la experiencia del olor de la pulpa abierta del durián, salvo que éste último en vez de llevarnos de la mano por la orilla de la playa, nos invita a pasear al basurero, a embarrarnos del juguito que yace en el fondo del bote, eso esquina con una fruta tropical suculenta y una textura cremosa que seduce.

A ver elaboraré un poco mas, el aroma me pareció de lo más interesante, penetrante y adictivo. no podía dejar de olerlo, quería descifrarlo, y con la información que tenía en mi memoria gustativa encontré una gama de olores a putrefacción que se encontraban inmersas en el olor que el durian desprende: cebolla podrida (este olor era el que con mayor intensidad detectaba) sandía pasada, un poco de tropifrutas como plátano, guayaba y piña, también a sobaco agrio, calabaza podrida, arroz podrido... el aroma fuertazo que despide el daikon en conserva, o los nabos curtidos... el cachetadón que te pega el aire atrapado del frasco de Kim chee al momento de abrirlo, en resumen estos últimos tres aromas son los del fermento vegetal de sustratos fuertes.


Me intriga la naturaleza del olor del durián, me atrapó por completo. Literalmente no podía dejar de olerlo. El caracter adictivo sumado a la naturaleza indecidible del agrado o la ausencia de éste sobre el olor de esta fruta me recuerdan, me dan una referencia de una otra experiencia con estímulos similares y que es, sobre todas las cosas, sexual: el sudor de la base del cuello, la espalda baja, el olor que emanan las estrepiernas que se frotan, los genitales su sudor y secreciones impregnan las sábanas con un aroma conocido, dulce, agrio, a comino, a cebolla, a sal de mar. Un olor que nos es familiar a muchos, que es agradable para algunos (y evoca memorias de placer y delicia) pero puede ser desagradable para otros... y lo que en un momento de la historia parace seducirnos, puede parecernos repugnante en otro. Creo que los aromas que evocan sensaciones cercanas al umbral del agrado y el desagrado, aromas limítrofes, indecidibles, intensos y provocadores como el sel sexo y el del durián me provocan un interés casi científico que disfruto mucho desarrollar por medio de la investigación de campo.

Por eso celebro que hayamos encontrado el durián en la caja de frutas de Ranch99, que lo hayamos traído con nosotros a pesar de la fetidez exótica con la que invadió el auto y que nos diéramos el chance de conocer a la fruta, probarla y sobre todo olerla. Ya celebraremos en otra ocasión una buena visita al umbral del agrado y el desagrado con otro aroma indecidible cuando otra fruta se nos tope enfrente o bien nos tropecemos con ella, en el super mercado, tal vez.