domingo, 12 de octubre de 2008

Drama Queen


Hay gente a la que le suceden desgracias terribles y se lo toman con tan buena filosofía que pueden hasta reirse de si mismos y de su dolor en si.

Yo soy lo más alejado que hay de eso.
El miércoles pasado, Simón, el gato siamés que me acompañaba por diez años ya, acabó de vivir la última de sus vidas.



Ahora pasa sus días bajo la sombra de un limonero en el valle de Guadalupe.


Anoche fue el primer día de frío y yo voy a hacerme una sopita miso.

Adiós pequeño Simón, si encuentras a Porito y papá saludales de mi parte. Camila y yo te echamos mucho de menos.

3 comentarios:

Cuquita, la Pistolera dijo...

Ay, justo vengo del blog de Miguel Cane en donde celebra el medio cumpleaños de su perrita Audrey. Y llego aquí y me encuentro con esta mala noticia. Lo lamento, es horrible cuando muere una mascota, a veces la gente minimiza nuestro dolor....
Va un abrazo y esperemos que Simón reencarne en un tigre o algo así...
Saluditos

BTKS+PONCE+FUZOO dijo...

Què difìcil fue fotografiarlo.

Recuerdo muy bien que era todo un caballero, pero ese dìa, que pedo fue tomarle una foto chida.

Pero al fin, se dejò, o lo apañè, o fue ràpido, o simplemente tuve mucha suerte.

Còmo cuesta dejar ir.

Còmo cuesta reirse.
Me uno a la tristeza
por el Gran Simòn.

Muy triste, muy triste.

Ya reencarnarà en otro gato...

Ismene Venegas dijo...

Ay Simón... Si era una lata fotografiarlo. Recuerdo haberlo perseguido por todo el depita de copilco con una polaroid en manos y hacer corajes porque en ninguna foto del cartucho salió el gato entero, qué lata! tan caros los cartuchos de las polaroid...

Ya se fue. Al parecer ya estaba muy viejito. A mi nunca me pareció verlo envejecer hasta hace apenas unas semanas... Es más cuando llegamos aqui a Ensenada lo vi hacer pericpecias de gato joven en el techo de la casita vecina...

Lo que si es que cuando empezó a decaer se le veía en sus ojitos que ya estaba cansado. Camila no entendía nada. Me reclamaba... o quiza entendía todo y me avisaba que era lo que pasaba...

No sé. La cosa es que enfermó sin remedio. Cuando decidí dormirlo, adenlantándome a toda naturaleza, por no verlo atado a un tubito, por no prolongarle su sufrir, en ese momento él decidió irse. Siempre tuvo claro lo que quería hacer.

Ojala yo lo tuviera tan claro como él.