domingo, 21 de noviembre de 2010

señor conductor de la ambulancia: estoy bien.

estoy bien.
un poco atolondrada, el cuerpo golpeado y mallugado, pero bien.
sin nada roto, sólo adolorido.

me volqué en una calle de subida por un cerro.
caí unos tres metros.
golpée en mi caida tres autos.
hice mierda la camioneta.
no lastimé a nadie.

estuve consciente todo el tiempo, logré salirme por el hueco donde un día estuvo el parabrisas posterior que se hizo añicos.
estoy bien, con una deuda interesante, el cuerpo contraído y una resaca emocional gruesa.

digamos que parto de que estoy no sólo ilesa, sino viva.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Naoko en la orilla

Watanabe en el avión escucha a los Beatles cantar Norweigian wood.
Naoko resuena en el recuerdo.

Asi resuena esta canción en en saturadísimo azul de este cielo de otoño.


sábado, 2 de octubre de 2010

llegó el otoño con su neblina de nostalgia

Otoño llegaste ya.
Te trajo la neblina, esa que se extiende desde el mar océano como tren, feroz mole que todo lo oculta bajo su manto. bueno... casi todo. te trajo la neblina, y tu te trajiste contigo la nostalgia de octubre que brilla con el amarillo technicolor que el sol deja escapar al caer por la tarde.

Nostalgia de otoño.
Nostalgia, del griego nostos, recuerdo y algia, dolor. El dolor del recuerdo, el recuerdo de todo eso que irremediablemente se fue, lo que ya no puede ser, de los que no estan ya.

Me encontraba nadando en la humedad de la neblina que brisea en el jardín de La Contra en estos días cuando le enseñé a Maribel, la nueva cocinera del equipo, como elaborar la tartarita de jurel que esta semana estuvo de visita en el menú del restaurante. Le platiqué, en mi muy particular manera (laaaaarga y con muchos detalles, tantos que a ratos parecía que en realidad le platicaba otra cosa) que esta recetita surgió de dos formas diferentes de preparar el pescado crudo: una que aprendí en Manzanilla y la otra: la que preparaba Pedro Masayuki Tsuchiya todos los primeros días del año en su casa, donde celebraba a la usanza japonesa una comilona familiar. Mientras le platicaba a Maribel se encendió un recuerdo, una emoción propia del otoño, un golpe de nostalgia.

Benito en Manzanilla prepara sus tartaritas generalmente de atún. A veces de jurel. La aliña con aceite de olivo, soya kikkoman, unas gotas de vinagre de frambuesa y su mágico polvo de chiles. Además agrega jengibre, chile serrano, pepino, aguacate y pera o manzana. Queda buenísima. Aprendí a hacerla en la cocina de la calle Riverol, cuando Alice era mesera del Manzanilla y juntas formábamos el dúo-fan de la serie Twin Peaks.

Alice no solía enfiestarse en año nuevo, y no lo hacía por una particular razón ya que desde el 31 de diciembre se disponía a preparar junto con Pedro, su padre, la mise en place de la comida que servían para cerca de 80 o cien de sus parientes y amigos cercanos que se congregaban en la casa de Pedro el día primero para celebrar el año nuevo, festividad que en Japón tiene la misma importancia que para nosotros la navidad. La familia Tsuchiya preparaba afanosamente miles de rollos de sushi de variados rellenos, inari sushi, sashimi de pescado local fresquísimo, teriyaki de pollo, tempura de verduras con camarón, y mi particular favorito: la botanita de atún que consistía en una tártara muy sencilla y muy llena de sabor que Pedro Masayuki o Masa como le llamaban sus sobrinos y hermanos, preparaba con cubos de atún fresco, cebolleta tierna en rebanadas finas y un aliño de soya kikkoman, limón y wasabi.

Le explicaba a Maribel que nuestra tártara surge de éstas dos maneras de preparar el pescado crudo. Como todos los platos que los cocineros elaboramos, ésta tártara habla de mí, de mis recuerdos, de las cosas que vivo, de las cosas que me dejan marcas indelebles y que a su vez dejan huella en todo lo que toco. No puedo negar la escuela que Benito me dejó en mi paso por sus cocinas. Ni tampoco puedo negar nunca la vena nostálgica que me rige. Nuestra tártara generalmente la elaboramos con jurel, a veces con atún aleta azul... a veces con vieja y hasta con callo de árbol la hemos hecho. Pero la buena buenaza, la que a mi me prende, es la de jurel, ese pescado sencillo pero complejo (o sea cómo!?) que se consigue fresquísimo en el pueblo. Al jurel picado en cubos le agregamos pepino tierno, aguacate, cebolleta en rebanadas y jengibre picadito. El aliño que lo acompaña consiste en una vinagreta de wasabi con limón, soya y aceite de olivo. Para adornarle con sabor decoramos el plato con un aceitito verde de cebollín.

Hace un año ya que Pedro dejó de estar aquí con nosotros. Ya no sé si haya alguien en su familia que continúe la tradición de reunir a todos los hermanos, sobrinos, nietos, parentela y amigos los días primero del año, ojalá que si haya quien. De cualquier modo, y desde este humilde sitio le recordamos y agradecemos el compartir su botanita con nosotros.

Yo, a través de La Contra, les comparto a ustedes, esta Tartarita de jurel en su honor.

80 grs de lomo de jurel en cubos pequeños
1 pza de cebolleta tierna o cebollita de cambray en rebanadas delgadas
1/2 pepinillo tierno en cubos pequeños
1/4 de agucate en cubos pequeños
2 rebanadas delgadas de jengibre picadas fino
1/3 limón verde
1 cdta de soya kikoman
1 cda de aceite de olivo local
wasabi preparado al gusto (es que a mi me encanta y le echo recio, pero ahi cada quién)

El jurel, la cebolleta, el pepinillo, el aguacate y el jengibre se mezclan delicadamente en un bowl. Aparte se unen los ingredientes de la vinagreta: el jugo de limón, wasabi, soya y aceite de olivo. Ya incorporada la vinagreta se sazona la tártara con sal, pimienta y la vinagreta.

El plato se decora con un hilo de aceite verde de cebollín (cebollín licuado con aceite de oliva un poquito de sal). Se pone al centro un cerrito de tártara y se acompaña con pan pita tostado.











sábado, 31 de julio de 2010

Agosto en puerta a dos años de mi partida. Su vida después de Ismene.

Holas!!!
Ha estado un mes y medio de putiza y ahora que lo mio baja, tu mes mas fuerte viene con todo. Hoy me sonreì al saber que puedo escribirte y buscarte, ya que al final, somos amigos, y ha sido increìble quererte. Ahora si, creo, ya no tenemos ni idea de en que andamos ni como va la cosa.

Pasan los dìas en la ciudad, y siento como hay que emigrar de aquì. Cada esquina guarda tantas memorias, que me es difìcil no vivir en este mundo como de fantasmas. Espero tu muñeca se encuentre en mejor estado y que todo salga bien. Hay dìas en que no me acuerdo ni de mi.Hoy te he echado mucho de menos, son ya dos años que te fuiste de la ciudad, y con el tiempo,sòlo me desvanezco al entender cuan diferentes son nuestros caminos. Duele poquito, pero del mismo modo, me calienta el pechito, saber que me piensas y en el entender que me has amado asì de loca que eres.

Me gustarìa escucharte, màs no tengo tu cel. En fin, te deseo una gran vendimia, que salga todo chèvere y que quièn sea que te caliente las patitas te quiera bonito. Con mucho amor y cariño, a dos años de tu partida, mi vida despuès de Ismene.
Rodrigo.

martes, 8 de junio de 2010

lunes, 17 de mayo de 2010

omelette


to make an omelette you have to break some eggs.

viernes, 14 de mayo de 2010

martes, 4 de mayo de 2010

al aroma indescifrable del durián

Ya había leído sobre el durián.
En las páginas de un libro ilustrado sobre la cocina del sureste asiático me tropecé con la imagen de una fruta enorme parecida en aspecto a la guanábana: corteza verde y muy texturizada, con forma de corazón. De entrada el libro me intriga cuando vierte la información sobre esta fruta tan rara que parece coccoon de marciano pendiendo de un grueso pedúnculo desde el tronco de un árbol: que su aroma es tan penetrante que está prohíbido entrar con un durián partido en dos dentro de los lobbies y elevadores de los hoteles, bancos y comercios formales de las ciudades de Malaysia, Thailandia y otros estados del rumbo; que los gustos locales adoran a la fruta mientras que los paladares occidentales se impactan ante sus características... enunciados suficientes para meterle la curiosidad a uno en el cerebro, lo suficientemente profundo como para intententar a toda costa probarlo dada la oportunidad de tenerlo frente.

Ayer, durante un paseo dedicado al ingrediente por San Diego que emprendimos Jorge García y la que suscribe, tuvimos a bien toparnos un cajón de durián en la sección de frutas y verduras de Ranch99, el super mercado oriental de Kearny (que le mata la cura durísimo al Super Kise de División del Norte y a Mikasa de la Colonia Roma juntos, dos sedes orgullosas de los ingredientes orientales en la hermana república del DF). No teníamos la menor idea de cómo escoger el mejor ejemplar, asi que nos guiamos por el olfato.

Digo... yo, en lo personal, asi es como escojo la fruta, podrá verse y sentirse al tacto de uno u otro modo, pero al olfato debe manifestarse suculenta: un duraznito amarillo puede estar bien duro, su piel velludita puede tener atrapada la cantidad necesaria de polvo para desatarle a mi hermana un ataque de estornudos, pero si tiene ese olor angelical que sólo los duraznitos amarillos maduros tienen, pues no hay duda de que hemos seleccionado una buena fruta, solo resta lavarla o quitarle el polvo y comerla.

Un cartelito en el transporte público de Singapur


Nos guiamos por el olfato, pues.
Por fuera el durián tenía un aroma a frutas tropicales: piña, plátano... guayaba. Un olor agradable y un tanto enigmático, como de flor exótica que promete de día con su aroma dulce y de noche ataca con una nota indescifrable. Elegimos el durián que mejor podíamos manejar (uno de tamaño mediano, cáscara firme y olor agradable) lo llevamos con nosotros en la camioneta al siguiente destino... Media hora después de estar cautivo en el auto, el durián invadió el espacio cerrado con un olor penetrante y pues... no tan agradable como el tropicalisimo que nos sedujo dentro del mercado de productos orientales. Un olor parecido a las flores nocturnas que atraen a las moscas para comérselas con una fetidez disfrazada de perfume. Un olor raro que me desató la risa nerviosa.
En casa, dubitativos, lo partimos en dos.
Y entonces me asombré de no encontrar en mi memoria un olor con quien asociar a eso que emanaba del durián. La sensación era doblemente asombrosa ya que no sólo no conocía el aroma sino que tampoco sabía decidir si éste me parecía repugnante o agradable. Definitivamente nuevo, era un aroma que sintetizaba muchos otros, que si conozco, bajo una misma bandera... algo parecido hace el erizo con todos los marisco que he probado:

Probar un gajo de erizo de mar parece probar un trago de agua de mar, que incluye toda la sal y el yodo que en una ola pueden caber, mejillones y ostiones, algo de caracol, almejas.... el juguito de la pata de mula, la pasta naranja de la carcasa de un cangrejo... el regusto salado que queda en la lengua tras lamer un canto rodado (qué? no lo han hecho?... ) ese paseo por la orilla de la playa que el erizo nos invita a dar tiene un simil en la experiencia del olor de la pulpa abierta del durián, salvo que éste último en vez de llevarnos de la mano por la orilla de la playa, nos invita a pasear al basurero, a embarrarnos del juguito que yace en el fondo del bote, eso esquina con una fruta tropical suculenta y una textura cremosa que seduce.

A ver elaboraré un poco mas, el aroma me pareció de lo más interesante, penetrante y adictivo. no podía dejar de olerlo, quería descifrarlo, y con la información que tenía en mi memoria gustativa encontré una gama de olores a putrefacción que se encontraban inmersas en el olor que el durian desprende: cebolla podrida (este olor era el que con mayor intensidad detectaba) sandía pasada, un poco de tropifrutas como plátano, guayaba y piña, también a sobaco agrio, calabaza podrida, arroz podrido... el aroma fuertazo que despide el daikon en conserva, o los nabos curtidos... el cachetadón que te pega el aire atrapado del frasco de Kim chee al momento de abrirlo, en resumen estos últimos tres aromas son los del fermento vegetal de sustratos fuertes.


Me intriga la naturaleza del olor del durián, me atrapó por completo. Literalmente no podía dejar de olerlo. El caracter adictivo sumado a la naturaleza indecidible del agrado o la ausencia de éste sobre el olor de esta fruta me recuerdan, me dan una referencia de una otra experiencia con estímulos similares y que es, sobre todas las cosas, sexual: el sudor de la base del cuello, la espalda baja, el olor que emanan las estrepiernas que se frotan, los genitales su sudor y secreciones impregnan las sábanas con un aroma conocido, dulce, agrio, a comino, a cebolla, a sal de mar. Un olor que nos es familiar a muchos, que es agradable para algunos (y evoca memorias de placer y delicia) pero puede ser desagradable para otros... y lo que en un momento de la historia parace seducirnos, puede parecernos repugnante en otro. Creo que los aromas que evocan sensaciones cercanas al umbral del agrado y el desagrado, aromas limítrofes, indecidibles, intensos y provocadores como el sel sexo y el del durián me provocan un interés casi científico que disfruto mucho desarrollar por medio de la investigación de campo.

Por eso celebro que hayamos encontrado el durián en la caja de frutas de Ranch99, que lo hayamos traído con nosotros a pesar de la fetidez exótica con la que invadió el auto y que nos diéramos el chance de conocer a la fruta, probarla y sobre todo olerla. Ya celebraremos en otra ocasión una buena visita al umbral del agrado y el desagrado con otro aroma indecidible cuando otra fruta se nos tope enfrente o bien nos tropecemos con ella, en el super mercado, tal vez.









martes, 30 de marzo de 2010

De regreso a escribir, esta vez si es sobre comida!

El cebiche clásico de La Mar

Ya se me cocían las habas por dejar atrás este episodio funesto en el que tenía mucho que decir y nomas no salía picotear el teclado para expresarlo. Tuvieron que convergir la rigidez de mi mano derecha esquina con la reseña en el Puro Gusto que Guillermo Ysusi hiciera del restaurante peruano La Mar, para que mi cerebro se pusiera de acuerdo con mis extremidades anteriores y aprovecharan esta mañana de martes para poner en marcha mi blah blah blah... El agente de ignición: los ácidos grasos del Black cod que Guillermo postula son dañinos según sus fuentes, mientras yo defiendo que son buena onda según las mías. Retomar el tema del Black cod, que antes ya lo había desarrollado aqui en New Pop, invariablemente me transporta al barco pirata que me albergó por algún tiempo y cuyos recuerdos sepulté junto con gran parte del 2008 por seguridad emocional y que ahora afloran a la superficie del mar oceáno calmo, en una mañana de primavera aca en el pacífico noroeste.

Transcribo mi loooong comment al post de Guillermo:

En efecto Guillermo, a mi parecer los aciertos de la carta de La Mar se encontraban entre los platos de la línea fría, nominalmente los cebiches y los tiraditos. El pescado era fresquísimo del día, y manejado impecablemente por el filetero. De las leches de tigre, yo me quedaba con la clásica, aunque creo que se podía muy fácilmente prescindir del Ajinomoto para condimentarle. Con Jose Durand aprendí a hacer una leche de tigre de consistencia más cremosa que aquella en La Mar, sin embargo con todo y su leche de tigre delgada eran buenazos los cebiches: cuando un pescado es fresco y de buena cepa, al comerlo crudo es muy dificil no encontrarlo bueno. Digo, el pescado ya es persé algo rico... aliñarlo con un poco de limón y jengibre, unos elotitos, cebolla morada, hacen buen equipo pues.

Lo que si pienso es que la cocina caliente, exceptuando los anticuchos y las sopas, y eso a veces, no cuentan con la delicadeza que un buen pescado exige. Quizá sólo se salva el Pescado chifa (que cuando yo trabajaba en La Mar de Palmas se servía con Huachinango o Robalo enteros) que al elaborarse de un modo tan sencillo (al vapor de un caldo suave de miso con cilantro y jengibre, apenas aliñado concebollitas tiernas y unas gotas de aceite de ajonjolí... que bueno el aceite de ajonjoli se sometía al calor, perdiéndose asi gran porcentaje de su aroma) era muy difícil errarle.


Anticuchos, nombre con el que se le denomina en Perú a las brochetas, se venden en puestos callejeros como en México las quesadillas o los tacos. Un anticucho clásico es el de corazón de res que aparece en esta foto. El corazón es marinado en una salsa acidita de aji panca y después es pinchada en el palito para luego asarse.

El marlin, el mero, el dorado, el mismo atún y no se diga, con todo el dolor de mi corazón, el Black cod, eran maltratados sin remedio en el área de la plancha (aunque en el menú dice "a la parrilla" en La Mar de Palmas (que creo va a cerrar sus puertas dentro de poco) no existe parrilla).

El marlin, que formaba parte de el más sencillo de los platillos de la carta, se preparaba a la plancha con un puré (de papa me parece) y un poco de chimicurri. El término de cocción que se le propinaba a la pobrecita e inocente rebanada de marlin le otorgaba la misma textura que tiene la pechuga de pollo justo antes de deshebrarse para rellenar taquitos dorados. Tristísimo.

Al atún, esta vaca de mar cuyos steaks sellados, o bien con al menos el centro crudo, han sido ya aceptados por muchos comensales incautos alrededor del mundo, es difícil darle en la madre, pero a mi manera de verlo, La Mar se esmeraba en lograrlo. La delicadeza del sabor a mar del tunído se disipa cuando se baña al animal en una suerte de salsa dulce-salada elaborada con una buena proporción de miso oscuro y mermelada de moras. Otra vez, es mi apreciación personal. Quizá, a pesar de la nauraleza mal lograda de la salsa (si la aceptáramos en aras de tener una forma práctica de agilizar la producción y los tiempos) la cantidad de ésta sobre el steak de atún es excesiva, satura, mata, asesina cualquier sabor delicado que un aleta azul o amarilla pudiera expresar. Quizá un hilito, unas gotas, gordas si tu quieres, en el plato no serían tan agresivas... sin embargo, que onda con la mermelada mcornick? por que no usar moras? el menú dice moras, no?


Mero al macho de La Mar

El macho, el guiso de mariscos varios (pulpo, camarón, calamar) con mero o dorado, en una salsa de aji panca, acompañado de puré de elote con aji amarillo, era un favorito de la clientela, que se llevaba a la boca con gusto unos calamares y unos pulpos haaaarto chiclosos. Este plato me parecía un manifiesto del poco respeto por los ingredientes empleados y sus diferentes tiempos y necesidades de cocción.

El black cod (ay suspiro!) tambien se pasaba del término en la plancha....(luego de quejarme tan rudo de los platillo anteriores, que fresa me pongo con este, que en sí, es el que más m duele recordar... pero sabes por qué? porque el simple hecho de faltarle a su punto de cocción ya es una grosería suficiente, déjame elaborar un poco más en el tema del Black cod para entender la ofensa). Lo más suculento y maravilloso de las virtudes de un Black Cod es su textura. Cod, el sufijo que a la voz anglosajona se usa para señalar al Bacalao, la lleva en su nombre el Black Cod porque comparte con áquel características físicas, aun cuando no están emparentados en lo absoluto. La textura es una de esas cosas que comparten. "Flaky" le llaman en inglés por que al cocerse de buen modo, se le forman gajos suaves; la grasa natural de su carne la mantiene jugosa (mientras no la seques (por una prolongada exposición al calor) extinguiendo todo jugo y grasa), la grasa proporciona humedad a la carne, la acondiciona pues... (Y aqui aclaro para los tres lectores de este blog la discusión sobre los ácidos grasos del Black cod: Guillermo postula que leyó que en Japón se recomienda no ingerir ese tipo grasas ya que por su saturación provocan afecciones estomacales. Yo digo que justo lo bueno de los ácidos grasos del Black cod (Omega 3, y los ácidos EPA y DHA que son de la misma serie del primero O3) es su cualidad de poliinsaturación en su cadena de carbonos, es decir, forman parte del grupo de ácidos grasos buenaonda que le ayudan al cuerpo a bajar los niveles de los ácidos grasos saturados que taponean las vías del sistema circulatorio. Esa discusión la tuvimos en fb y no se como traermela para aca...)


el black cod de Ysusi

El modo de servir el Black Cod (que tan bien ilustra Yssusi en su post), al igual que el marlin, no es tan mala idea: un caldo de miso fuerte con puré de papa y un ramillete de bok choi al vapor... sin embargo si ya le diste en la madre al pedacito de pescado despojándolo de su jugo, de su noble y suavecita textura, pues no hay más nada que hacer.

Ahora...

Cabe aclarar que todos los detalles técnicos que te proporciono sobre las fallas (a mi manera de ver, son fallas) en las preparaciones de la cocina caliente de La Mar estan filtradas (no podrían jamás dejar de estarlo) por las emociones que me atravesaban los meses que me uní a ese equipo a trabajar. Los objetos aparecen más oscuros de lo que realmente son cuando se aprecian desde una oscuridad interior: acababa por fin de titularme y vendí todo, quemé los barcos y me disponía a tomar un avión a Tijuana para hacerme al Valle de Guadalupe, incorporarme al equipo de Jair en Laja, volver a casa a estar con mi papá cuando de pronto la oferta laboral se cebó y me quedé estacionada en el DF por cuatro meses... trabajando en La Mar.

... Sin dejar de tomar en cuenta que esa oscuridad se me filtraba en todo lo que toqué durante ese tiempo, estando en la posición en la que me encontraba dentro de la línea caliente, era evidente observar el abuso sobre los ingredientes... A esto debo añadir que cuando tienes una veintena de jóvenes en tu equipo de cocina trabajando incansablemente para atender un promedio de 200 comensales diarios pues se vuelve una menuda tarea la de mantener en línea los detalles importantes, los básicos. Algo que atesoro de mi paso por esa cocina a la que me gusta llamarle barco pirata es haber encontrado entre todo ese mar, lleno sargazos, gente que entendiera que lo que le hacíamos a la comida no estaba del todo bien... lástima que es nuestra posición de soldados rasos poco o nada pudimos hacer.


Los chips o chifles de plátano, papa y yuca, los granos de maíz cancha, que es como le dicen en Perú al maíz cacahuacintle y las salsas huancaína, rocoto y ocopa también los cuento entre los aciertos de La Mar, o sea no todo es oscuridad pues...


Me parece que el acierto de Acurio fue el de enseñarle al mundo de un modo fancy que la cocina peruana es buenaza (buenos ingredientes, combinaciones que nacen de las tradiciones y los impactos antropológicos de Perú como las influencias china y japonesa) Sin embargo, al formar parte de uno de sus restaurante me percaté que su esfuerzo estaba más enfocado al exito del negocio (lo cual es muy importante, digo... si no hay un subsidio permamente, si es no es negocio, pues a que estamos jugando?) que a la propuesta gastronómica, respetuosa de los ingredientes, sus sabores, sus tiempos, sus necesidades... porque eso es lo que nos distingue de la cocina tradicional que se elabora y se ha elaborado por años en anticucherías y cebicherías peruanas, lo mismo que en fondas y anafres mexicanos: los cocineros de profesión conocemos la química y la física de los alimentos, sabemos como mantener su color, su forma, su textura através de un tratamiento particular de la preparación y de eso nos valemos para transformar o no las características naturales de los alimentos en orden de crear una sensación en el degustador, el comensal; hay una relación de amor y respeto entre el cocinero y el ingrediente y como toda relacion en la que el amor florece, es necesario conocer y entender al ingrediente, escuchar lo que tiene que decir... En la Mar me parecía que había un ruido blanco en el aire que no permitía que la delicada voz del Black cod se escuchara, y se extinguía irremediablemente en algún punto entre el cajón de frío, de donde lo extraía el chico de la plancha, a la línea de guarniciones, donde yo me encargaba de ensamblar y decorar todos los platos de la línea caliente para hacerlos llegar a las manos del equipo de meseros que, a su vez se los acercan a la mesa a los comensales.

El tiempo y dinero invertido: en educar a los meseros (hasta clases de teatro les daban para incentivar sus habilidades de venta), en enviar a los jefes de cocina a Lima a conocer el restaurante matriz, la justificación del cuerpo de venta de eventos, el de higuiene y sanidad, coño! había una muy fuerte inversión en la estandarización de las operaciones La Mar alrededor del mundo, no comprendo por qué si se invertía tanto en esos rubros no se invertía en poner atención a los detalles de la preparación, en el corazón de la operación, la cocina.

Bueno eso es lo que yo creo, Guillermo.

pd. además los callos de la Parmesana estaban congelados!!!! esos si no eran frescos. ahhhh lo saqué de mi pecho at last!



jueves, 4 de febrero de 2010

ya

ya estuvo.

este blog no puede seguir asi.
hubo en tiempo en el que había sentido entre aquello que me ocurría y lo que se me ocurría y era sencillo escribirlo y compartir. de tiempo ya que estoy usando este foro no para manifestarme ni lo que me ocurre ni lo que se me ocurre, sentido es algo que ultimamente no puedo darle a lo que me avoco.

me descubro empleando este espacio como medio de comunicarme con alguien que no se comunica.
que no va a venir, aunque regresara del caribe, no va a regresar.

y ya.
ya estuvo.

este espacio solia divertirme mucho.
ahora hasta miedo me da entrar por asumir la certeza de que en verdad no hay comunicación...

y cómo habría? si este lugar no fue construído para comunicarme con Rodrigo, sino para manifestarme, lo que me ocurre... lo que se me ocurre.

ya.
ya estuvo suave.

lunes, 25 de enero de 2010